
Mientras esperaba al autocar, unas señoras cuchicheaban, refiriéndose a mí, sobre como estaba la juventud de hoy y que pintas de vagabundos llevábamos todos. Solté una carcajada y se apartaron, como si fuese a hacerle algo. Realmente estaba empapada, así que decidí dejar de pensar en ello y dar un paseo. Total, quedaban dos horas para que llegase el autocar. Me dirigí hacia un grupo de chicos más mayores que yo. Les pedí tabaco. Se rieron en mi cara.
-¿No eres un poco pequeña, preciosa?
-¿Qué importa? Me voy a morir igual, así que, ¿qué más da antes que después?
Me miraron durante unos segundos, intentando digerir lo que había dicho y siguieron con la conversación que tenían antes de que yo llegase. Frustrada, me di la vuelta y caminé hacia mi punto de partida. Menudos gilipollas. Al rato, tenía al novio de mi madre preocupadísimo por mi. Y cuando llegué, me hechó la charla y me dijo que no podía irme sin avisar y blah blah blah. Patético. Tendría que mejorar sus dotes de actor. Eso para impresionar a mi madre no sirve, ella nunca se preocuparía por mi.
Me escapé otro rato, buscando algo caliente que tomarme, para prevenir mi futura pulmonía, más que nada. Compré un café en uno de esos establecimientos de comida rápida y me fui a bebérmelo al baño. No me gustaba la gente. Estuve largo rato allí, sentada en los lavabos, mirando al infinito y maldiciendo a mi madre.
De repente, encontré a uno de los chicos de antes delante de mí. Mirándome.
-Toma - dijo, ofreciéndome un cigarro - Perdona a mis amigos, son idiotas.
-Tú actuaste igual.
-Entonces yo también soy idiota. ¿Estamos en paz?
Lo miré, esperando que se burlara de mi de un momento a otro. Ni rastro.
-¿Por qué? - dije con tono brusco
-¿Siempre eres tan borde?
-Sí.
-Me gusta
-¿Que sea borde?
-Sí.
-Eres raro.
-Y tú. Pero, ¿qué sería el mundo sin gente diferente?
Me dedicó una sonrisa y salió del baño, arrastrando unas viejas Converse grises.