7 de enero de 2013

Me dan miedo las noches, dice la canción.
Madrugadas de comer techo. De buscar palabras que definan lo que no eres capaz de decir. Siempre ha habido algo que me ha taladrado la cabeza. Nunca he sido capaz de ser feliz y ya está, de olvidarme del mundo. Bueno, casi nunca. Y es que hay ciertas cosas que, por mucho que todo esté al revés, no cambian. Como la música. Las canciones a las tres de la mañana son más que canciones, nunca he sabido explicarlo. También hay personas que hacen que te duela la cara de reírte por nada. Y parece que todo eso no se valora. Juzgamos a la gente en su totalidad, haciendo especial énfasis en sus defectos. No pensamos en los hoyuelos, en las carcajadas, en el brillo de los ojos, ni en los abrazos después de mucho tiempo sin vernos. Y deberíamos. Creo que lo más importante que he aprendido en estos últimos meses es que la gente tiene muchas caras y que sólo ves la que ellos quieren que veas. Pero cuando descubres las más recónditas taras... sabes que eres importante en esa vida. 

Y con estas reflexiones nocturnas, la canción de este invierno.

                                                                                                A mí también me dan miedo las noches.