29 de noviembre de 2011

¿Quién me ha robado el mes de Abril?

Igual de lejos que el pueblo más remoto del país más lejano del planeta de tus ojos. Así de ñoño, así de sincero, así a bocajarro. O quizá no tanto. Quizá me dé miedo, un poco. Quizá se me estén enredando las palabras y no sepa qué decir, y tenga mi mundo patas arriba por mis paranoias y exquisiteces de niña adolescente. Pero que le den por culo a todo, prefiero sentirme una mierda de vez en cuando, que no sentir nada.




Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón.

26 de noviembre de 2011

Angie, angie, when will those clouds all disappear?

Hoy, alguien me ha dicho que sabe perfectamente como es la gente. Que puede clasificar a cualquiera, que nadie se salva.
Me ha parecido tan absurdo que me he echado a reír. Somos lo más complicado del Universo. Absurdos, incoherentes, inseguros. Creamos historias, inventamos metáforas, contamos mentiras, y decimos que somos felices.
Somos imposibles. Pero nos morimos si nos dicen si quieres, bailamos.

5 de noviembre de 2011

El Ático de Malasaña.



Bajo una montaña de historias prohibidas y folios con palabras tachadas estaba él. Llevaba toda la noche intentando describirla con palabras, ya que era lo único que sabía hacer: escribir y escribir. Sus dedos escupían metáforas y palabrería barata cada vez que le dolía la sonrisa. Pero esta vez los esquemas se habían roto. Había intentado descubrir quién era ella garabateando y no había sido capaz. Estaba amaneciendo y sólo se le ocurría decir que ella era Angie. Comparación que miles de poetas habían usado para definir a sus musas. Angie. Pero Sonrisa Valiente no era Angie.

La conoció un día frío, muy frío, de Diciembre. Acaba de mudarse a la capital, quería escribir y, después de identificarse con Ewan McGregor en Moulin Rouge decidió que no sería políticamente correcto ir a la ciudad del amor cuando él nunca había creído en éste, así que eligió Madrid. Componía canciones para músicos de mierda que nunca le agradecían su trabajo y sobrevivía a base de sacar lo que llevaba dentro con letras de canciones que nunca hablaban de amor, pero que en la radio siempre clasificaban como románticas. Era un gran músico, pero eso era algo que nadie, ni siquiera él, sabía.
Un mes depués de fracasar en el intento de conquistar Madrid, se la cruzó en la escalera de la pensión. Llevaba el rimmel corrido y un tacón roto. Más que cruzarse se dieron de bruces uno contra el otro y el bolso de ella cayó escaleras abajo. La chica no hizo más que maldecirle a gritos y apartarlo de un manotazo cuando él quiso ayudar. Le insultó una vez más y bajó corriendo, entre sollozos, el resto del tramo de escaleras.

Fuera caía un chaparrón, pero se fue sin paraguas. Y sin sonrisa.