19 de octubre de 2011

Estas campanas secas, incendiadas y huecas nos envenenarán.


La rutina se cuela en cada rendija de tu vida. Se mete en tu casa, te cala en los huesos y hasta en los sueños. Hace que no sientas nada y, por tanto, no tengas nada bueno que decir.
Hace que no vivas y te limites a existir. Sin duda, uno de los mayores miedos del ser humano.
Yo nunca pude entender el porqué del matrimonio, el atarse a alguien para siempre y convertir el amor en monotonía. En un "¿cómo te ha ido el día?" rutinario, en un falso "todo bien, cariño".
Y ahora, quizá, en parte pueda entenderlo.
Estamos tan resignados a la rutina que no buscamos el amor, buscamos alguien que nos sostenga la mano para que al intentar matar el tiempo, no sea él el que acabe con nosotros.

6 de octubre de 2011

#8. Querido Christian:

Inciso: Unos meses después, dejo de lado mis frustraciones (y mi vida en general) y vuelvo a los relatos. Este es, sin duda, mi favorito. Habla de la forma en que se echa de menos. Pero, antes de empezar, quiero que tengáis muy claro que esta NO es una historia de amor.


Querido Christian:

El alcohol no me cura.

Nunca lo ha hecho, en realidad, era un farol. Me duelen las costillas y sólo me queda el recuerdo de aquella preciosa sensación, cuando me dolían las mejillas de reírme tanto.

Lo tuve claro, lo nuestro, digo, durante 19 días. Las 500 noches parecía que me daban latigazos y machacaban mi cabeza.

Pero ya nunca lloro. El psicólogo dice que mis reacciones son algo normal, ¿tú te crees? Normal es su vida de cuarentón soltero, aparentemente preocupado por los problemas de los demás, cuando en lo que realmente está pensando es en el montón de ropa que le queda por planchar o en su cita del domingo.

Lo que no es normal es que todo me duela tanto. Anna dice que no me preocupe, que va ella va a estar para lo que necesite. ¡Y una mierda! Ella para lo único que está es para ver conmigo Desayuno con Diamantes veinte veces por semana y abrazarme de vez en cuando. Pero yo no necesito eso. Sabes de sobra lo que necesito y no, no te necesito a ti. Eso sería demasiado romántico para ti, y a mí me dolería hasta decirlo. Me necesito a mí, necesito levantarme por las mañanas y pensar que va a ser un gran día. Joder, antes creía en la famosa frase de ‘tengo el defecto de sonreír solo por no estar muerto’. Pero, ¿ahora? Ahora lo único que me importa es, como al psicólogo, el montón de ropa que me queda por planchar.

¡Vuelve, cabrón! ¿no ves que mi vida se está convirtiendo en algo normal?


Afri.