31 de diciembre de 2011

Que nunca baje la Marea.


"Tengo en vez de un corazón no sé cuantos corazones, tengo en vez de un corazón en el pecho lo que soy. Y todos me piden amor y yo uno a uno se lo doy..."

Llevo siguiendo a estos cinco genios unos cuatro años. Recuerdo el momento exacto en el que escuché 'Corazón de Mimbre', el momento en el que me di cuenta de que iban a formar parte de algo. Que iban a ser importantes.

Dejando a un lado los sentimentalismos, ayer me dejaron bastante alucinada. La puesta en escena era brillante, tenían a los lados del escenario los dibujos que hay en el interior del disco nuevo y el juego de luces impresionaba.

A la media hora de que abrieran las puertas, pasaron los Luter, ni se presentaron ni nada. La gente decía '¿y estos quién coño son?'. Yo sabía que iban a pisar fuerte, y lo hicieron. Al rato, el Palacio de los Deportes coreaba 'Luter, Luter, Luter...'. Entre canciones de su primer y segundo disco, entró Kutxi, en chándal, y soltó algo así como 'perdonad que entre, pero es que esta canción me gusta mucho' y la cantó con ellos.
Una vez salió Kutxi, estos tres locos siguieron tocando, y se ganaron a la gente, como era de esperar.

Después, Luter salió y en las pantallas que hay a los lados del escenario empezaron a salir imágenes un tanto desconcertantes. Al principio eran esqueletos, y luego corazones latiendo. A la vez que latían, el suelo empezó a vibrar y la gente se ponía nerviosa. Se iluminó un trozo de escenario y vimos al 'héroe' entrar en escena, el que, como diría Kutxi, no es un héroe de Marvel, es un héroe de verdad. Levantó una baqueta y creo que no fui la única que pensó que el escenario se iba a romper en unos segundos. 'Bienvenido al secadero' entró con muchísima fuerza, y con miles de personas saltando al ritmo de la guitarra del Kolibrí. Después pasaron a 'La Majada' y a una de las canciones que más me gustan: 'Duerme conmigo'. 
Pararon unos minutos de tocar para que Kutxi, como siempre, empezara a contar sus peripecias. Nos dijo, literal, que los cigarros electrónicos son una puta mierda, que si no nos mata el tabaco nos matará la vida, que qué caro es Madrid y qué mal nos va a ir con el hijo de puta de Rajoy. 


Más tarde, sonaron En tu Agujero y Canaleros, y Kutxi le dedicó 'Petenera' a la fallecida mujer de Alén. 
Con 'Que Se Joda El Viento' reventamos la pista, creo que fue una de las canciones que más disfrutamos nosotros, el público. A continuación, sonaron la mítica 'Manuela Canta Saetas' (tiene en los ojos girasoles... que no saben de frases de poetas, no, señor...) y una del disco nuevo: 'Las últimas habitaciones'. 
Como conté antes, 'Corazón de Mimbre' es la primera canción suya que escuché y, por tanto, en la que más disfruté, sin lugar a dudas.
Tocaron el clásico 'Mierda y Cuchara', y dos de las nuevas que yo considero las mejores de En Mi Hambre Mando Yo: 'Ojalá me quieras libre' y "El día que lluevan pianos'

No podía faltar la aparición estelar del Piñas (según Kutxi, el hombre más guapo de España, con ese pecho palomo...) que nos cantó esas canciones que solo él puede cantar en directo: "Con la camisa rota", "Alfileres" y "Trasegando". 
Volvió a entrar nuestro Kutxi con 'Ángeles del suelo' y luego hizo algo que, creo, nadie esperaba: sacó al escenario a un Poncho K que iba hasta las cejas y ambos cantaron 'Ciudad de los Gitanos'. Salió el señor Poncho y Kutxi le preguntó a Kolibrí que qué canción era esa que siempre les pedían y nunca tocaban, entonces el guitarrista hizo sonar los primeros acordes de 'Barniz' y juro que la gente sacó fuerzas de donde ya no había y gritó como nunca.
Más tarde, nos permitimos el lujo de descansar un poquito con dos de las nuevas: 'Sobran Bueyes' y 'Plomo en los bolsillos'. Luego, cerraron con 'La Rueca', 'Pedimento' y 'Como los trileros'.

Apagaron las luces del escenario y nos quedamos todos con cara de tontos. Gritando 'Perro Verde, Perro Verde, Perro Verde'. Salió el señor Romero, nos preguntó, '¿qué voy a hacer con vosotros?' y nos juró que si aplaudíamos muy fuerte, salían y cantaban... no una, ni dos, sino tres canciones más. Gritamos, joder, gritamos y aplaudimos como si nos fuera la vida en ello. No podíamos salir de ese estadio sin 'El Perro Verde' y 'Marea'. 

Volvieron a entrar todos y tocaron 'Romance de José Etxailarena' ya sabéis: "y es que me meto la vida en tres calás. La primera se atrinchera en un rincón, la segunda me va haciendo menos daño, la tercera está subiendo los peldaños de mi corazón..."
Después, como tenía que ser, saltaron con 'El Perro Verde' y todos volvimos a sacar fuerzas y gritamos muchísimo. 
Luego tocaron la penúltima, que para mi gusto es una de las canciones con más mensaje que tienen: 'Como el viento de poniente' y Kutxi Romero nos recitó esos versos que a mí tanto me gustan: 
"Y esta palabra, este papel, escrito por las mil manos de una sola mano, no queda en mí ni en vosotros, ni tampoco sirve para sueños. Cae a la tierra, y allí se continúa, pero no como mera palabra en papel escrito, sino como una sucesión de sonidos del corazón. Llamadlo música si queréis. Y cuando la música se termina, los bailarines nos miramos como si estuviésemos desnudos, y ahí decidimos si merece la pena seguir tocándonos, o si sólo fuimos meros objetos del infinito equilibrio universal de los planetas... hasta siempre." 

Por último, la que no podía faltar, la canción entre canciones, el himno 'Marea' (cuentan que un verano voló y se dejó el corazón debajo de la cama...)



Es difícil hacer crónica de un concierto con un mínimo de criterio cuando llevas años adorando a un grupo. Cuando te sabes cada letra, cada acorde y cada golpe de platillo. No os creáis nada de lo que os cuente una fan, a no ser que vosotros también lo seáis.


Larga vida al Rock and Roll.

27 de diciembre de 2011

Leiva.

Para todo el mundo, "el flaco de las gafas de Sol. Sí, el chico este que canta... ¿cómo se llama?". Para mí, y para unos cuantos más, una mitad. La mitad del grupo que llegó un día a tu vida y te voló la puta cabeza. Te cantó canciones que hablaban de Madrid, de chicas, de alcohol, de amor, de aviones y aproximaciones. Te ponían los pelos de punta hace un año, en directo.
Entonces se separan, ¡chas!, y se rompe un trocito de ti, de tus recuerdos. Anuncian cd's por separado, porque, según ellos, no quieren elegir entre las canciones de uno y las del otro. Uno de ellos está más apartado de lo comercial, de la discográfica. El talento es el mismo, lo que te trasmiten es exactamente lo mismo, pero a distintas voces, a distintas guitarras.
Yo solo puedo decir que pese a que me duela que ya no estén juntos, van a salir dos obras de arte gigantes en forma de CD, y esto es solo un adelanto:  

23 de diciembre de 2011

El Ático de Malasaña. #4


Los domingos siempre fueron días efímeros y extraños. Días de decisiones importantes y soledades ansiosas por un abrazo. Los lunes, en cambio, eran días de resentimiento ante la imponente rutina que cerraba a cal y canto puertas y ventanas para que nadie pudiera escapar de ella.

Un domingo cualquiera, estaba sentado en el último asiento, el de la ventanilla, de un autobús. Garabateaba sus sueños en una agenda que le regaló su abuelo en 1990, cuando aún era un crío. Normalmente, las agendas, pasado el año en el que están impresas, se guardan o se tiran, pero no se siguen usando como hacia él. Aunque nunca nadie pudo afirmar que fuese una persona normal.

En esos garabatos describía a la magnífica Holly Golightly, con sus aires de diva y su mente de pequeña soñadora. Se parecía tanto a ella... a la chica que, si quería, podía dibujar nubes en el asfalto y llenar de parquímetros el cielo. También, a veces, retrataba con metáforas al triste Fred. Era irónico que su vida en ese momento se pareciese tanto a la de los personajes de su película favorita.

Subía a esos autobuses sin ningún rumbo fijo, solo para escribir o dibujar y dejar que su mente saliese de los pensamientos habituales de amor, desamor y ruina; y dejaba que Moon River se apoderase de su vida.


15 de diciembre de 2011

El Ático de Malasaña. #3.

Siempre llevaba un café ardiendo entre las manos. Le gustaba el arte y se indignaba viendo las noticias. Tenía una mirada increíble, reía hasta hacerte enloquecer. Bailaba bajo la lluvia o en habitaciones cutres de hoteles de paso. Odiaba este mundo, pero él la adoraba. 

Nunca fue de esas que dibujan corazones en las esquinas de los folios o en los puntos de las íes. Prefería dibujar estrellas, decía que nunca mentían y que eran las únicas que dictaminaban tu suerte.
Nunca creyó en Dios, pero creía en cualquiera que le diese calor en noches frías de invierno.

Era, de lunes a sábado, de Stones, pero los domingos le perdían los Beatles.
Su sonrisa era inquietante, aunque efímera. Era de esa gente que sonríe con la mirada.
Siempre tuvo un papel de groupie que ni ella misma buscó pero acabó encontrando. Todos los artistas que la conocían se enamoraban de ella, pero no le servían. No eran lo suficientemente amargos, decía, para que eso que hacían, se pudiese llamar 'arte'.


Estaba loca.
Pero las mejores personas lo están.

9 de diciembre de 2011

Sangrar, decir, averiar, hacer el torpe...



Solo queremos que instantes nos transporten a ese mundo loco que algunos llaman felicidad. Yo solo necesito una sonrisa sincera, o unas cuantas letras de canciones en las esquinas de los cuadernos en clases de Física aburridas y absurdas. Pero, ¿a qué nos dedicamos? A querernos. Hasta el más solitario se dedica a querer, o en su defecto, a odiar. A sentir lo que sea. A tener algo que decir cuando se sienta delante del portátil en un viernes de esos en los que cualquiera se pregunta qué hace con su vida. Pero el sábado, nada más levantarse, sube la persiana y entran por la ventana todas las respuestas. Lo bonito que es Madrid y que en Diciembre hace un frío que pela.





"A veces, podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto, toda nuestra vida se concentra en un solo instante." Oscar Wilde.

8 de diciembre de 2011

"Tengo una enfermedad que no se me quita... los años"

Y es cierto que el tiempo pasa, pesa y pisa.
Siempre me gustaron tus maneras de gobernanta. De yo hago lo que quiero cuando quiero y como quiero. Tu cabezonería y tu capacidad de que, pese a todo, todo el mundo te quisiera.
Ahora dueles. Me duele tanto la realidad que me reprimo a escribirte un texto. Hoy no he sabido qué decirte. Nunca aprenderé a asimilar las cosas con cabeza, soy pasional, sentimental, o incluso ñoña. Llámalo como quieras. El caso es que no he sabido afrontarlo con positividad, solo con una sonrisa amarga, aguantándome las lágrimas. 
Pensándolo mejor, preferiría que me dijeras 'quítate esos pelos de la cara, hija' o que me contaras que tu pasado fue muy negro, y que ahora no sabemos valorar el mundo en el que vivimos...


...y no que me miraras pidiéndome que te salvara.



Necesitaba decirle esto a alguien.

3 de diciembre de 2011

El Ático de Malasaña. #2


Sábado por la mañana, se levantó a eso de las once. Puso el café y se sentó delante del papel. Hacía muchísimo tiempo que no era capaz de escribir más de dos líneas seguidas con un mínimo de coherencia. Exactamente, tres meses, justo desde el día en que pisó la capital y la dueña de la pensión le entregó las llaves.
Solía hacer esto todas las mañanas; calentaba el café hasta que parecía que iba a hervir y, mientras esperaba a que se enfriase, juntaba frases en su mente e intentaba escribir un texto sobre lo bonito que es el amor, o lo que es lo mismo, algo de lo más comercial. Trabajaba para un grupo de pop-rock inglés que intentaba hacerse un hueco en la música en castellano. Eran rematadamente malos pero parecía que aún no se habían dado cuenta. Él escribía sus letras, todas de amor, las letras menos sinceras jamás escuchadas, y se las entregaba a la banda. Ellos, como carecían de conocimientos en la lengua española, las aceptaban con una sonrisa.
El grupo, como era de esperar, fue un éxito. Miles de fans adolescentes se agolpaban a las puertas de la discográfica para esperar a que saliesen sus músicos de mierda.

El caso es que su sueño de infancia siempre había sido escribir. Escribir como loco, vivir de ello.
Era bueno, era jodidamente bueno, pero él no lo sabía. Todo buen letrista o novelista necesita haber sido aplastado por la vida o, lo que es lo mismo, haberse enamorado alguna vez, para escribir con el corazón o hasta con el alma. Pero él nunca había vivido. No me refiero a la felicidad o esos términos tan de moda ahora, con los que se viene a decir que tienes que estar con la sonrisa de idiota plantada en la cara todo el día. La seguridad en sí mismo, la falta de miedo, el amor, la carencia de odio. Esas cosas que pueden resultar difíciles de conseguir pero, que cuando las consigues, más que haber encontrado la felicidad sientes que te has rendido a la más terrible de las rutinas.
El caso es que lo que a él le faltaba no era eso llamado "felicidad". Lo que le faltaba era sentir, sentir lo que fuese, incluso dolor. Necesitaba saber que estaba vivo sin necesidad de ponerse la mano en el lado izquierdo del pecho para comprobar que su corazón seguía latiendo.
El día que el sujeto en cuestión empezó a 'sentir', fue cuando se estampó de bruces contra ella en la escalera de la pensión.
La historia cambió su ritmo. Desde entonces todo iba lento. El heavy metal sonaba dulce y delicioso si ella lo ordenaba. En los recitales de música clásica la gente encendía mecheros si a ella le apetecía.
Siempre le gustó sentirse importante, especial, rebelde. Ella era el desconcierto de los conciertos. Jugaba con él como nadie.
Una vez escribió en un billete de cincuenta su número de teléfono y se lo dio, diciéndole que si, como él decía, estaban destinados, ese billete acabaría en sus manos.

29 de noviembre de 2011

¿Quién me ha robado el mes de Abril?

Igual de lejos que el pueblo más remoto del país más lejano del planeta de tus ojos. Así de ñoño, así de sincero, así a bocajarro. O quizá no tanto. Quizá me dé miedo, un poco. Quizá se me estén enredando las palabras y no sepa qué decir, y tenga mi mundo patas arriba por mis paranoias y exquisiteces de niña adolescente. Pero que le den por culo a todo, prefiero sentirme una mierda de vez en cuando, que no sentir nada.




Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón.

26 de noviembre de 2011

Angie, angie, when will those clouds all disappear?

Hoy, alguien me ha dicho que sabe perfectamente como es la gente. Que puede clasificar a cualquiera, que nadie se salva.
Me ha parecido tan absurdo que me he echado a reír. Somos lo más complicado del Universo. Absurdos, incoherentes, inseguros. Creamos historias, inventamos metáforas, contamos mentiras, y decimos que somos felices.
Somos imposibles. Pero nos morimos si nos dicen si quieres, bailamos.

5 de noviembre de 2011

El Ático de Malasaña.



Bajo una montaña de historias prohibidas y folios con palabras tachadas estaba él. Llevaba toda la noche intentando describirla con palabras, ya que era lo único que sabía hacer: escribir y escribir. Sus dedos escupían metáforas y palabrería barata cada vez que le dolía la sonrisa. Pero esta vez los esquemas se habían roto. Había intentado descubrir quién era ella garabateando y no había sido capaz. Estaba amaneciendo y sólo se le ocurría decir que ella era Angie. Comparación que miles de poetas habían usado para definir a sus musas. Angie. Pero Sonrisa Valiente no era Angie.

La conoció un día frío, muy frío, de Diciembre. Acaba de mudarse a la capital, quería escribir y, después de identificarse con Ewan McGregor en Moulin Rouge decidió que no sería políticamente correcto ir a la ciudad del amor cuando él nunca había creído en éste, así que eligió Madrid. Componía canciones para músicos de mierda que nunca le agradecían su trabajo y sobrevivía a base de sacar lo que llevaba dentro con letras de canciones que nunca hablaban de amor, pero que en la radio siempre clasificaban como románticas. Era un gran músico, pero eso era algo que nadie, ni siquiera él, sabía.
Un mes depués de fracasar en el intento de conquistar Madrid, se la cruzó en la escalera de la pensión. Llevaba el rimmel corrido y un tacón roto. Más que cruzarse se dieron de bruces uno contra el otro y el bolso de ella cayó escaleras abajo. La chica no hizo más que maldecirle a gritos y apartarlo de un manotazo cuando él quiso ayudar. Le insultó una vez más y bajó corriendo, entre sollozos, el resto del tramo de escaleras.

Fuera caía un chaparrón, pero se fue sin paraguas. Y sin sonrisa.

19 de octubre de 2011

Estas campanas secas, incendiadas y huecas nos envenenarán.


La rutina se cuela en cada rendija de tu vida. Se mete en tu casa, te cala en los huesos y hasta en los sueños. Hace que no sientas nada y, por tanto, no tengas nada bueno que decir.
Hace que no vivas y te limites a existir. Sin duda, uno de los mayores miedos del ser humano.
Yo nunca pude entender el porqué del matrimonio, el atarse a alguien para siempre y convertir el amor en monotonía. En un "¿cómo te ha ido el día?" rutinario, en un falso "todo bien, cariño".
Y ahora, quizá, en parte pueda entenderlo.
Estamos tan resignados a la rutina que no buscamos el amor, buscamos alguien que nos sostenga la mano para que al intentar matar el tiempo, no sea él el que acabe con nosotros.

6 de octubre de 2011

#8. Querido Christian:

Inciso: Unos meses después, dejo de lado mis frustraciones (y mi vida en general) y vuelvo a los relatos. Este es, sin duda, mi favorito. Habla de la forma en que se echa de menos. Pero, antes de empezar, quiero que tengáis muy claro que esta NO es una historia de amor.


Querido Christian:

El alcohol no me cura.

Nunca lo ha hecho, en realidad, era un farol. Me duelen las costillas y sólo me queda el recuerdo de aquella preciosa sensación, cuando me dolían las mejillas de reírme tanto.

Lo tuve claro, lo nuestro, digo, durante 19 días. Las 500 noches parecía que me daban latigazos y machacaban mi cabeza.

Pero ya nunca lloro. El psicólogo dice que mis reacciones son algo normal, ¿tú te crees? Normal es su vida de cuarentón soltero, aparentemente preocupado por los problemas de los demás, cuando en lo que realmente está pensando es en el montón de ropa que le queda por planchar o en su cita del domingo.

Lo que no es normal es que todo me duela tanto. Anna dice que no me preocupe, que va ella va a estar para lo que necesite. ¡Y una mierda! Ella para lo único que está es para ver conmigo Desayuno con Diamantes veinte veces por semana y abrazarme de vez en cuando. Pero yo no necesito eso. Sabes de sobra lo que necesito y no, no te necesito a ti. Eso sería demasiado romántico para ti, y a mí me dolería hasta decirlo. Me necesito a mí, necesito levantarme por las mañanas y pensar que va a ser un gran día. Joder, antes creía en la famosa frase de ‘tengo el defecto de sonreír solo por no estar muerto’. Pero, ¿ahora? Ahora lo único que me importa es, como al psicólogo, el montón de ropa que me queda por planchar.

¡Vuelve, cabrón! ¿no ves que mi vida se está convirtiendo en algo normal?


Afri.



25 de septiembre de 2011

Y ahora le molesta en los oídos el ruido de las motos y le ciegan las luces de Madrid.
¡La música nunca está demasiado alta! En todo caso, tú ya eres demasiado viejo.

19 de septiembre de 2011

¡Que me perdonen las fans!


14 de septiembre de 2011

Imprudente, insolente, impaciente, improcedente...

Tengo todos los recuerdos guardados en una parte de mi memoria. Yo sé que me saca de quicio el hecho de que éstos salgan y se pongan justo en medio de mi mente, pero tampoco hago nada para evitarlo.
Siempre he sido muy masoca, siempre he preferido sufrir muchos años con tal de disfrutar unos segundos.
¿Que si les odio? No, claro que no. Antes sí, porque hacían que me sintiese inferior, hacían que me creyese que la culpa de todo era mía.
No, no les odio, les compadezco, por no haber sabido quererme.
Y por haberme perdido.

12 de septiembre de 2011

Habláis como si no existiera más droga que la propiamente dicha. El único 'amor' no es el que le dedicas a tu pareja. La única medicina no es la que cura las heridas físicas. Las únicas lágrimas no son por tristeza. El único resentimiento no es por daño moral.

"Yo tampoco sé vivir, estoy improvisando" es la frase más fantástica que he escuchado en mi vida. Por el mero hecho de controlarlo todo no eres más fuerte, ni estás más seguro de ti mismo, ni eres más real. Al contrario.
No querer creerselo porque hace daño. Así somos

21 de junio de 2011

Si tienes valor...

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Las cosas que no te dije cuando debí hacerlo las tengo guardadas debajo de la cama. Algunas huelen a encerrado, como la ropa de tu armario cuando llegas de vacaciones. Las tengo guardadas con las palabras exactas para soltarlas, y que suenen preciosas.
Pero nunca van a sonar.


Porque me da miedo.

20 de junio de 2011

Summer time.

Y llegó el momento de sentarse encima de la maleta porque no cierra. Se acabaron los exámenes, el agobio, la monotonía... Se acabó. Lista de reproducción nueva en el iPod. Unas seis horas de viaje, creo que sonará mucho Rock. De ese que siempre me acompaña, y me saca sonrisas donde las haya. También me esperan tardes de carretera en mi bici roja, y tardes con ellos, que tengo unas ganas infinitas de verlos.

9 de mayo de 2011

#1 Drew. (y sus inmensas ganas de contaros que ronda por sus arterias y venas)

Siempre he pensado que el eyeliner negro da un aire de misterio y de distancia. Los labios rojos de imposibilidad y mito. Los pantalones rotos de vulgaridad falsa, las sudaderas anchas de calor y las Converse de estereotipo. Las pulseras de tachelas en las muñecas de dureza y las uñas rojas de elegancia contenida.
No sé si todo lo que llevó pensando toda mi vida es falso. Si a la gente no se le pasa por la cabeza lo mismo que a mí al verme, cuando yo me observo en el espejo. Quizá la gente nunca se pare a pensar en las cosas que tienen delante. Así es como intento convencerme a mí misma de que el problema de la humanidad es que no observa, no memoriza, no distingue, no siente las emociones que los demás intentan expresar por encima de su piel.
Los cascos rojos enredados entre mis bucles rizados siempre fueron mi marca de identidad, entre otras.
De camino a clase, siempre sonaban canciones que se asemejaban con mi estado de ánimo. Le pedía a mi reproductor que hiciera algo por mí, y ahí estaba, la canción indicada, con los acordes indicados y la letra indicada. Cerrar los ojos, mientras suenan las notas idóneas y dejarte llevar a mundos paralelos. La gente siempre me llama loca cuando dejo de lado las pandillas y las falsas amistades para ponerme mis cascos rojos. Me gustan las voces rasgadas, las que expresan las circunstancias del dueño.
Nunca me interesaron las modas, las amistades, el amor o los típicos problemas de alguien de mi edad. Disfrutaba en mi mundo, con mis cómics, mi música y mi despreocupación.
Los sábados salía sola por mi ciudad. Me ponía unos tacones y unas medias de rejilla y pasaba toda la noche de garito en garito. De cerveza en cerveza y de porro en porro. Nunca disfruté de la compañía de las drogas, pero eran las únicas que estaban conmigo los fríos sábados de Diciembre. Los taxistas me preguntaban si estaba bien cuando veían que el rimmel se mezclaba con mis lágrimas. Yo simplemente sonreía y asentía. ¿Por qué iba a estar mal?
Un día, sin más miramientos, mi vida decidió que iba a cambiar. No miro por mí, solo por ella y puso todo patas arriba. En mi iPod sonaban canciones rápidas cuando me apetecía algo lento, mi labial rojo se acabó, y mis cómics sólo parecían hablar de amor.

6 de mayo de 2011

Que seas de esos que nadie recomienda.



Entré en tu cabeza y tus instintos de supervivencia contra todo tipo de amor se fueron al garete. Crucé la línea que separaba la razón del sentimiento y cambié las tornas al asunto. Quizá hice mal, no lo sé. Lo único que sé es que destrocé tu plan de salir vivo de esta, o por lo menos con algo de cordura.

Y me encanta.

6 de abril de 2011

#7 Querido Christian: África.

Ahora tengo un café de Starbucks de esos que tanto te gustan a mi derecha. A la izquierda un libro de Coelho y el iPod. Suenan los Beatles, sé que no te gustan, por eso mismo lo hago. Ayer estuve componiendo, me salió algo extraño, no hablaba de amor. Hablaba de Sexo, Drogas y Rock and Roll. Por un momento me sentí Steven Tyler.
Sonreí mucho, lo que no había sonreído desde hacía un año. Elisabeth me trajo muffins y una revista de esas femeninas que odio. Estuvimos toda la tarde despotricando contra los artículos que hablaban sobre como complacer a tu hombre.
Ayer pensé que habías venido, te lo juro. Olía a ti por toda la casa. Supongo que es psicológico. Desde aquel día, todo el mundo cree que todo lo que digo o hago es por que estoy mal de la cabeza.

27 de febrero de 2011

#6 Querido Christian; África.

Tenía los codos ensangrentados y le picaban los ojos a causa del rimmel. Probablemente en otra ocasión se hubiera muerto de vergüenza por lo desaliñada que iba, pero, entonces, no era del todo consciente de lo perdida que estaba. Recorrió la aldea buscando un teléfono para llamar a casa. No lo encontró. Se tumbó en un banco, muerta de frío y de miedo. ¿Cómo había llegado hasta allí? Siempre había sido dada a la noche y al alcohol, pero nunca se había pasado tanto de la raya. Hundida en sus pensamientos, se quedó dormida, y no se despertó hasta que pasaron dos o tres horas, cuando una anciana se dirigió a ella.
-¿De dónde eres, niña?
-De...de Madrid.
-¿Madrid? Y, ¿qué haces aquí, entonces? ¿Eres familia de alguien del pueblo?
-No. No sé donde estoy, esta mañana me desperté aquí.
-Ay, dios mío... ¡qué juventud! - Y se alejó.
-¡Señora! ¡señora, por favor! Un poco de ayuda no me vendría mal... - De repente, vio que la mujer que le hacía señas para que la siguiera.
-Anda, entra, pobrecilla...
-No hace falta, simplemente quiero saber donde estoy, o donde puedo coger un tren o un autobús para irme a casa, no se moleste.
-¿Un tren o un autobús aquí? ¡Qué imaginación! A este pueblo sólo se puede venir en coche, por una carretera que está totalmente destrozada, no sé como has llegado hasta aquí, chiquilla. Te traeré algo caliente.
Esas fueron las últimas palabras de la mujer antes de adentrarse en la cocina. África hizo ademán de sentarse pero no pudo evitar ver un albúm de fotos sobre la mesa. Miró en dirección a la cocina, asegurándose de que la señora no venía, y abrió el albúm. Había fotos de una chica que, imaginó, sería su hija. Dicha chica salía con un vestido de novia, de la mano de un apuesto muchacho que le recordaba a alguien, no sabía a quién. Siguió viendo fotos en las que se percibía la evolución de ese matrimonio, los cambios en sus rasgos al ir haciéndose adultos. En las fotos siguientes se veían dos bebés, un niño y una niña, que se iban haciendo mayores mientras iba pasando las páginas. Cada vez creía reconocer más al chico, hasta que llegó a la foto en la que se le veía de adolescente. Era el chico de la estación de autobuses, el de las Converse rotas, el que le dió el cigarrillo y se marchó sonriendole de medio lado.
Se mareó, no podía ser, el mundo es muy grande y... ¡Dios! ¿Qué hacía allí? ¿Quién la había traído? ¿Aquel chico?
De repente, la anciana entró en el salón y le ofreció un chocolate caliente. Se lo agradeció con una sonrisa y, mientras se lo tomaba, buscaba las palabras adecuadas para preguntarle por el chico.
-Perdoneme, pero no he podido resistirme a mirar el albúm que tiene sobre la mesa. He... he visto a un chico que creo conocer. Supongo que es su nieto.
-¿Christian? ¿Lo conoces? Pero, ¿no decías que eras de Madrid?
-Sí, sí. Soy de Madrid, le vi en la estación de autobuses hace unos días y... - iba a contarle lo del cigarrillo, pero no creyó que a su abuela le hiciera mucha gracia - y... bueno, estuvimos hablando. Iba con más gente. ¿Vive aquí?
-Oh, claro que sí. Está en la habitación, estará a punto de salir.
De repente, le entró un miedo absurdo a ver a aquel chico. Tenía... ansiedad. Sí, esa era la palabra, ansiedad.

12 de febrero de 2011

#5 Querido Christian; África.

Amanecer frío. Las campanas retumbaban por las calles desiertas. "A veces parece que no fuimos nada" Tenía la sensación de que el mundo se me caía encima cada vez que daba un paso y el cigarro se me iba consumiendo sin apenas dar la primera calada. Ni siquiera recordaba lo que había pasado aquella noche, solo tenía vagos recuerdos: Rock, Vodka, besos, humo...

"Y le he robado su brillo a la luna de Abril, y me ha perseguido volando hasta aquí. Me pilla arrojando amapolas desde mi ventana" Sólo sonaban acordes de guitarra en mi cabeza. Recordaba el brillo de unos ojos. Valientes, románticos.

El tono rosado del cielo y los primeros rayos de Sol me decían que la gente que viviera en aquel lugar estaba a punto de aparecer, aún que ya hacía rato que sonaban los tractores en la lejanía.

Me dolían los huesos y me senté en un banco. Intenté a duras penas observarme sin que me nublara la vista. Tenía las medias rotas y el vestido hecho jirones. Se me veía el sujetador y probablemente llevase el carmín esparcido por toda la cara. "Lo traigo cargado de risas y llantos, de guerras ganadas, placeres soñados, de noches sin luna, corazones rajados"

Me miré en la ventanilla de una camioneta. Estaba en lo cierto, el rimmel se me había ido de vacaciones y había llegado hasta las mejillas, donde se juntaba con el carmín. No tenía ni idea de como había llegado a ese estado.

Ahora tenía dos problemas. El primero era saber donde estaba. El segundo, como salir de allí.

11 de enero de 2011

#5. Querido Christian (África)

Recuerdo como me empapaba de arriba a abajo mientras esperaba el autocar que me llevaría de vuelta a Madrid, después de aquellas odiosas vacaciones con mi madre y su nuevo novio. Caía una buena y no hacía más que agobiarme porque probablemente cogería una pulmonía del quince. Realmente, en cualquier otra época del año, me hubiese gustado ponerme enferma, ya que no tendría que ir al instituto. En cambio ahora, que acababan de empezar las vacaciones de verano, no me hacía ninguna gracia. Entonces, apenas tenía quince años y ningún adolescente, en sus plenas facultades mentales, desea perderse las adoradas vacaciones. Era una época para olvidar lo que te había hecho daño a lo largo del curso, los amigos que te fallaron o los amores que quisieron ser pero no fueron. Era una época de libertad. Pero mi madre estaba empeñada en que hiciésemos planes familiares o algo así. Ella misma sabía que no nos soportábamos la una a la otra, que hacía mucho tiempo que dejamos de ser madre e hija para ser dos personas que vivían juntas. Ambas habíamos tenido siempre un carácter chocante y eso no lo iban a cambiar unas vacaciones en familia. Me imaginé que querría dar una buena imágen de mí a su nueva pareja. Bueno, pues no lo consiguió.

Mientras esperaba al autocar, unas señoras cuchicheaban, refiriéndose a mí, sobre como estaba la juventud de hoy y que pintas de vagabundos llevábamos todos. Solté una carcajada y se apartaron, como si fuese a hacerle algo. Realmente estaba empapada, así que decidí dejar de pensar en ello y dar un paseo. Total, quedaban dos horas para que llegase el autocar. Me dirigí hacia un grupo de chicos más mayores que yo. Les pedí tabaco. Se rieron en mi cara.
-¿No eres un poco pequeña, preciosa?
-¿Qué importa? Me voy a morir igual, así que, ¿qué más da antes que después?
Me miraron durante unos segundos, intentando digerir lo que había dicho y siguieron con la conversación que tenían antes de que yo llegase. Frustrada, me di la vuelta y caminé hacia mi punto de partida. Menudos gilipollas. Al rato, tenía al novio de mi madre preocupadísimo por mi. Y cuando llegué, me hechó la charla y me dijo que no podía irme sin avisar y blah blah blah. Patético. Tendría que mejorar sus dotes de actor. Eso para impresionar a mi madre no sirve, ella nunca se preocuparía por mi.


Me escapé otro rato, buscando algo caliente que tomarme, para prevenir mi futura pulmonía, más que nada. Compré un café en uno de esos establecimientos de comida rápida y me fui a bebérmelo al baño. No me gustaba la gente. Estuve largo rato allí, sentada en los lavabos, mirando al infinito y maldiciendo a mi madre.
De repente, encontré a uno de los chicos de antes delante de mí. Mirándome.
-Toma - dijo, ofreciéndome un cigarro - Perdona a mis amigos, son idiotas.
-Tú actuaste igual.
-Entonces yo también soy idiota. ¿Estamos en paz?
Lo miré, esperando que se burlara de mi de un momento a otro. Ni rastro.
-¿Por qué? - dije con tono brusco
-¿Siempre eres tan borde?
-Sí.
-Me gusta
-¿Que sea borde?
-Sí.
-Eres raro.
-Y tú. Pero, ¿qué sería el mundo sin gente diferente?
Me dedicó una sonrisa y salió del baño, arrastrando unas viejas Converse grises.

8 de enero de 2011

#1. Caroline

Me desperté temprano, cosa que no suelo hacer nunca y puse el café. Me vestí con lo primero que encontré en el armario: un par de botas militares, unos vaqueros rotos por todas partes y una sudadera de Aerosmith. La noche anterior había preparado la maleta. Tuve que ingeniármelas para cerrarla, estaba hasta arriba. Decidí sacar todo lo que no fuera totalmente indispensable y estaba visto que me equivoqué, porque una sudadera de Aerosmith, unos vaqueros rotos y unas botas militares no podían faltar. Recogí mis cuadernos de dibujos, mis cd's, los negativos de mis fotografías y mi guitarra. Me tomé el café, saboreándolo todo lo posible, ya que no sabía lo que me esperaba en la gran ciudad y mucho menos si volvería a probar algo caliente en mucho tiempo. La decisión no había sido tan dificil como esperaba. Seguramente, en una de las películas de mi hermana pequeña, el sujeto en cuestión estaría llorando a mares y de fondo sonaría una balada triste. En absoluto. De fondo sonaban los gritos de mi vecino antes de maltratar a su mujer y en cuanto a lo de las lágrimas... Ya derramé todas las posibles en su momento, estaba completamente segura de que no me quedaban más.
En ese momento recordé unas palabras que me dedicó un profesor hace años: "Si no quieres creer en Dios, no lo hagas, si no quieres creer en la gente que te rodea, tampoco. Pero si no quieres creer en ti misma estás perdida". Esas palabras sonaban en mi cabeza a menudo y me recordaban quien era: nadie. Y que hacía en este mundo: limitarme a existir. Me terminé el café, cogí mis cosas y salí corriendo por la puerta. Unos segundos más hubieran bastado para echarme atrás.

2 de enero de 2011

#4. Querido Christian:

Eras un genio medio loco, desgastado por la vida. Eras un Beatle, un café caliente y una mirada que nadie sabía que buscaba. Eras un beso a las cinco de la mañana y una sonrisa en los días de nostalgia. Eras la Navidad en Madrid, las bicis en verano y la melancolía del invierno. Eras el Rock and Roll de los ochenta, las frases irónicas y los sandwiches de Nocilla. Eras 'Smells like teen spirit' de Cobain, los solos de Jimmy Hendrix y el 'Imagine' de Lennon. Eras los amaneceres del sur y los paraguas rojos del norte. Eras los semáforos en rojo, con beso incluido. Eras una sonrisa incansable.