19 de mayo de 2013

Mal y tarde



Me da miedo el paso de estaciones
la vida rápida y sin sabor
los días lentos y sin vida
sin arte.
Morir despacio
gastando tiempo
en gente que no sabe de ti.
Que por no saber bailar
no baila
que por no saber volar
no vuela.
Gente que no sabe gritar
-como dice aquella letra-
'eres tú mi revolución'.
Me da miedo el mal y tarde,
el paso de estaciones
y de andenes sin transbordo.


3 de marzo de 2013

Línea 7 dirección Pitis. La de color naranja siempre va vacía. Se acomoda en el asiento de siempre y observa a la mujer que tiene delante. Está leyendo novela rosa, barata y vacía. Como su vida, probablemente. Al lado de la mujer, un hombre lee las malas noticias del día en el periódico. Sumergida en sus pensamientos, se pasa de parada. Baja apresuradamente en la siguiente y cambia de andén. Tonta, tonta, tonta. Sube al tren que va en sentido contrario.

Línea 7 dirección Hospital de Henares. Siempre llena. Se agarra a una de las barras del techo para no caer y se pone los cascos. Black Sabbath. Una señora observa con desdén sus pantalones anchos. Él le da la espalda. Al girarse, se cruza con unos ojos que le sujetan la mirada. Siempre le habían gustado esos juegos de a ver quién aguanta más sin bajar la vista en el metro. Sonríe. Se da por vencido y se sienta al lado de la vencedora, que sigue mirándole fijamente. 

Charlan durante un buen rato. Dos desconocidos que se encuentran por casualidad. Ella no tenía por qué haberse pasado de parada. Él no tenía por qué haberla dejado ganar. 

-Hace rato que nos hemos pasado Avenida de América, pero sólo quería saber más de ti. 



(Lo soñé anoche y tenía que contarlo. Espero que alguna vez se me cruce un desconocido en el metro que me deje ganar)

16 de febrero de 2013

Animales de costumbres.

Siempre con el mismo tono de despertador, el mismo esmalte desgastado en las uñas, el mismo lápiz de ojos, las mismas bambas, la misma canción que te hace llorar. Pasa el tiempo y no cambia nada.
El mismo miedo a perder en un arrebato de sinceridad. A caer sin haberte elevado siquiera. Siempre echando de menos, nunca echando lo suficiente de más. Siempre queriendo más de lo que debo. Siempre es el mismo cuento. 

7 de enero de 2013

Me dan miedo las noches, dice la canción.
Madrugadas de comer techo. De buscar palabras que definan lo que no eres capaz de decir. Siempre ha habido algo que me ha taladrado la cabeza. Nunca he sido capaz de ser feliz y ya está, de olvidarme del mundo. Bueno, casi nunca. Y es que hay ciertas cosas que, por mucho que todo esté al revés, no cambian. Como la música. Las canciones a las tres de la mañana son más que canciones, nunca he sabido explicarlo. También hay personas que hacen que te duela la cara de reírte por nada. Y parece que todo eso no se valora. Juzgamos a la gente en su totalidad, haciendo especial énfasis en sus defectos. No pensamos en los hoyuelos, en las carcajadas, en el brillo de los ojos, ni en los abrazos después de mucho tiempo sin vernos. Y deberíamos. Creo que lo más importante que he aprendido en estos últimos meses es que la gente tiene muchas caras y que sólo ves la que ellos quieren que veas. Pero cuando descubres las más recónditas taras... sabes que eres importante en esa vida. 

Y con estas reflexiones nocturnas, la canción de este invierno.

                                                                                                A mí también me dan miedo las noches.