Su corazón parecía estar fabricado con madera.
Con la misma madera que estaba fabricado un mueble absurdo, de cualquier salón absurdo, de cualquier casa absurda, de cualquier vida monótona y absurda.
Cuando alguien lo destrozaba, las astillas se clavaban en su piel y le hacían sangrar. Y ella lo hizo.
Se sentó en el suelo de aquella habitación vacía, que algún día quiso ser de ellos. De ellos, que bien sonaba entonces. Y que mal ahora. Que mal suena hablar en plural cuando estas solo. No lo podía remediar, ese día cayó un enorme chaparrón en sus mejillas.
Me encanta como escribes.
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