8 de diciembre de 2010

#1. Querido Christian:

He de reconocer que me encantaba cuando te quedabas sin argumentos para contrariarme y te ponías como un niño cuando tiene una pataleta. O también cuando te enfadabas con el mundo y no te apetecía más que abrazarme y contener las lágrimas, porque te daba vergüenza a horrores que te vieran llorar. A mí también, ¿sabes? No puedo soportar que nadie me vea llorar, no soporto rebajarme a esos niveles, parecer frágil y débil (aunque está más que claro que lo soy, me gusta autoengañarme, supongo) y que intenten consolarme y decirme que ya se me pasará, que el mundo no acaba ahí. Pues, ¿sabes qué? Ese día sí acabó el mundo. Cuando te fuiste, cuando me dejaste aquí, sola, rodeada de gente. En este oscuro bucle infinito, tachando días del calendario y desayunando a oscuras. No puedo decir que te echo de menos, no es así, ahora estoy con alguien. Es la clara imagen del concepto “encantador”, así sin más, es el tipo de chico que adoran mis amigas. Me da infinita vergüenza salir a la calle con él, de la mano, como dos enamorados pastelosos que se escriben cartas de amor y están constantemente diciéndose lo muchísimo que se adoran. Buag. No te imaginas cuanto le odio. Pero ¿y qué? Es lo que cualquiera esperaría de mí, alguien como él. No como tú. Con tus Converse zarrapastrosas, tus pantalones anchos y rotos, tus mil tatuajes… y, sobre todo, tus ideales de libertad. A mi madre casi le dio algo cuando te vio, ¿recuerdas? Eso era lo bueno de aquello, que me dejaba ser libre. Podía bañarme en las fuentes, fumar lo prohibido, beber hasta olvidar que mis manos eran mis manos y mis pies eran mis pies, saltar en los charcos, beber cerveza a morro de los bares y salir corriendo, pasar días enteros vagando por las calles olvidándome de que el mundo real me esperaba a la vuelta de la esquina… y todo contigo. Sí, contigo. ¿Sabes? Mi mundo es una auténtica mierda desde que te fuiste. Ojalá nunca te hubiese gritado de ese modo. Vale, sí, definitivamente te echo de menos. Muchísimo. Tengo que dejar de escribir, mi hombre encantador me espera.

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