Esperé, conté hasta diez y
cuando me di la vuelta ya no estabas. Diez segundos te bastaron para huir, y
quizá hasta te sobraron dos o tres. Puro protocolo, podías haber corrido mucho
más rápido y, si no hubieras mirado hacia atrás, habrías tardado apenas cinco
segundos. No eras de esas que contaban su vida uniendo casualidades, tampoco te
importaba hacerlo. Te anclaría en el pasado, decías, y siempre tuviste la
cabeza en las estrellas y los pies en el asfalto. Era difícil concretar el día
en que te vi por primera vez, porque me dio la sensación de que siempre habías
estado alrededor y de que ese día simplemente fue el que te fijaste en mí.
Nunca quisiste a nadie, y yo lo sé, tampoco te pedí que lo hicieras. Solo
quería que me cerraras las heridas para que dejara de sangrar. Egoísta,
¿verdad? Yo podría contar mi vida uniendo las veces en que solo he pensado en
mí. Incluso ahora es una de esas veces, ¿dónde estás? Hasta los charcos
preguntan por ti.
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