4 de junio de 2012

(Relatos cortos)


Esperé, conté hasta diez y cuando me di la vuelta ya no estabas. Diez segundos te bastaron para huir, y quizá hasta te sobraron dos o tres. Puro protocolo, podías haber corrido mucho más rápido y, si no hubieras mirado hacia atrás, habrías tardado apenas cinco segundos. No eras de esas que contaban su vida uniendo casualidades, tampoco te importaba hacerlo. Te anclaría en el pasado, decías, y siempre tuviste la cabeza en las estrellas y los pies en el asfalto. Era difícil concretar el día en que te vi por primera vez, porque me dio la sensación de que siempre habías estado alrededor y de que ese día simplemente fue el que te fijaste en mí. Nunca quisiste a nadie, y yo lo sé, tampoco te pedí que lo hicieras. Solo quería que me cerraras las heridas para que dejara de sangrar. Egoísta, ¿verdad? Yo podría contar mi vida uniendo las veces en que solo he pensado en mí. Incluso ahora es una de esas veces, ¿dónde estás? Hasta los charcos preguntan por ti. 


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