12 de enero de 2012

Hola, Rutina, bienvenida. Ya puedes irte.

Siete y veinte de la mañana. Suena el principio de 'La Vereda de la Puerta de Atrás' y deduces que tu móvil te ordena que te levantes. Le das la espalda. Siete y media. Tu madre grita. Te levantas, te miras al espejo y en menos de diez segundos se te pasan por la cabeza mil formas de salir corriendo y no tener que ir a clase nunca más. Ninguna es viable. Tu madre vuelve a gritar. Intentas arreglar esa cosa enredada y sin ninguna forma que se hace llamar 'pelo' y te vistes con lo primero que pillas. Cinco minutos para desayunar, la cuenta atrás. Llego tarde, llego tarde, llego tarde. Suena la campana que anuncia el inicio de la primera clase cuando aún te quedan unos tres minutos para llegar al aula. Tarde. Ciento ochenta segundos para decidir qué haces con tu vida, si salir corriendo o entrar a clase y aparentar que escuchas al profesor. Te quedas con lo segundo. Llamas, ¡llegas tarde!


Si esperabas una historia sobre lo bonito que es todo, olvídalo. Mañana es viernes, pero la rutina se antoja larga, complicada y absurda, muy absurda. Y empiezo a odiar los primeros acordes de 'La Vereda de la Puerta de Atrás', tenían razón cuando me dijeron que si me gustaba una canción, nunca la pusiera de despertador.



1 comentario:

  1. maldita rutina, lo de las canciones de despertador es muy cierto, hay que cambiarlas cada poco tiempo o una que no guste mucho

    un beso :)

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