13 de febrero de 2012

#4

Ella rompía hojas de papel cuadriculado y escribía trozos de su historia en ellas. Las guardaba en el bolsillo del abrigo, las dejaba en los asientos del metro y se cambiaba de sitio para observar el comportamiento de la gente al verlas. La mayoría ni se fijaban, la gente va demasiado pendiente de sus preocupaciones personales -muchas veces absurdas- como para reparar en nada más. Aunque sí es cierto que algunas personas cogían los papeles, los desdoblaban y los leían. Unos ponían cara de aburrimiento, y otros simplemente los tirabas, impasibles. A ella le chocaba el trato de la gente en la ciudad, y más de los desconocidos. 

Todo cambió cuando el dueño de unas Converse grises rotas aparecieron delante de ella, desdobló el papel y sonrió. Simplemente sonrió, ni siquiera se preguntó quién lo había escrito ni miró alrededor para averiguarlo. 
Sonrió y ya está.
Y con eso a ella le bastaba.

1 comentario:

  1. siempre he pensado que deberia hacer eso, de coger algunas de mis estupidas historias e ir dejandolas por la ciudad :)

    un beso bonita!

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